“La voz de la madera en las iglesias chilotas”, de los autores Antonio Sahady y Constantino Mawromatis, con prólogo de la Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2013), Sonia Montecino, es un libro que expone un dilema central a la hora de intervenir los templos del archipiélago: ¿ir por la solución docta -aquella que pregonan las cartas internacionales de la restauración- o inclinarse por el consejo de los avezados carpinteros locales, con medio siglo de experiencias en el cuerpo? ¿Dónde está el equilibrio? La madera lo sabe.
En efecto, desde las fibras de la madera nace una voz que se manifiesta mediante expresiones distintas: un lenguaje rústico, sin desbastar, hasta otro muy elaborado. Desde uno estructural hasta otro meramente ornamental.
Los autores han hecho un esfuerzo por interpretar la voz de la madera con su propia voz.
Un texto escrito en sordina, pero con un elocuente tono de denuncia: un compromiso tácito con esa realidad tan exótica como sobrecogedora.
El paisaje humano se filtra a lo largo de los cuatro capítulos, sin que haya uno específico que se centre en la etnografía: el habitante es protagonista permanente. Ni más ni menos que el destinatario de las acciones.
La apuesta de los autores es dejar a la vista los muchos atributos que adjetivan la sustantiva calidad de las iglesias chilotas. Postulan que, tras su conocimiento, se alcanzará su reconocimiento y, como recompensa, su revitalización.
Diagramado por la diseñadora de la FAU, Camila Ríos, el texto está ilustrado con un generoso repertorio de imágenes, que incluye notables fotografías -la portada entre ellas- del arquitecto Carlos Hevia.
