En virtud de la propuesta del actual gobierno sobre una nueva Ley de Patrimonio, que -entre otros- elimina la participación del Instituto de Historia y Patrimonio en un nuevo Consejo Nacional de Patrimonio, creemos necesario referirnos a nuestra necesaria participación en él, la que hoy se ve amenazada. Sobre otros aspectos de la nueva Ley se podrá hacer un posterior análisis, pero es de suma importancia establecer el porqué, de nuestra necesaria permanencia.
Al respecto, debemos recordar el origen de nuestra inclusión en el Consejo de Monumentos Nacionales, la que se remonta a la ley del año 1970. Si bien comprendemos que en aquel momento las universidades eran escasas y que naturalmente recayó esta participación en la Universidad de Chile. Es importante aclarar que para tal representación no se pensó en un académico experto que fuese nominado desde rectoría, sino que se estableció que fuera un académico del entonces Instituto de Historia de la Arquitectura[1], única entidad universitaria dedicada al estudio del patrimonio arquitectónico nacional[2], reforzando con esta denominación la condición técnica del nuevo Consejo de Monumentos Nacionales.
En tal sentido debemos señalar que antes de nuestra fundación, se congregaba en torno a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile un grupo no menor de arquitectos dedicados al estudio y puesta en valor de nuestro patrimonio -los llamados arquitectos historiadores– quienes a partir de los primeros Congresos Panamericanos de Arquitectos (1920 y siguientes) postularon la necesidad de estudiar y valorizar la arquitectura local, superando el academicismo imperante en la época. De ellos se podría hablar extensamente, pero baste saber que expresiones como la arquitectura de norte andino o del valle central, fueron identificadas y valoradas por estos profesores[3].
Este constante estudio llevó a constituir una línea investigativa en nuestra Unidad que aún persiste y que denominamos “arquitecturas regionales”, tema que hoy nadie desconoce. Un actuar que desde hace varias décadas ha visualizado y puesto en valor expresiones locales, incluso menospreciadas por sus propios habitantes. Hablar de arquitectura portuaria, de la colonización alemana o de las estancias magallánicas es de común, pero fueron investigaciones de académicos de este Instituto las que las pusieron en valor.
Un caso especial es lo referido al archipiélago de Chiloé. De no haber existido el trabajo persistente del profesor Hernán Montecinos (Q.E.P.D.) y sus estudiantes en la década del setenta, tal vez hoy no podríamos hablar de esta expresión cultural como Sitio de Patrimonio Mundial (2000). Una labor que continúa en el denominado Taller Chiloé, ámbito académico que semestre a semestre realiza levantamientos y expedientes para la protección de iglesias y poblados, que siendo parte de esta escuela arquitectónica no fueron incluidas en la lista del SPM. Casos como Teupa, Tenaún, Compu entre otras, refieren lo anterior. Se suman, además estudios para áreas de protección en la figura de Zona Típica, en torno a las iglesias ya incluidas en el SPM.
Un caso similar ocurrió con la labor de la profesora Miriam Waisberg (Q.E.P.D.) quien, desde sus investigaciones y trabajo con discípulos y estudiantes, puso en valor no sólo la arquitectura del puerto de Valparaíso, sino también su singularidad urbana, siendo sus estudios la base para lograr el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad en el año 2003.
De lo anterior podría inferirse que nuestro aporte ha sido únicamente en esa línea, sin embargo, podemos señalar que, a la fecha casi ciento setenta declaratorias de Monumento Histórico o Zona Típica han tenido como base los estudios realizados por estudiantes y profesores de esta Unidad. Son casos que abordan la arquitectura docta y vernacular, además de las distintas tipologías arquitectónicas presentes en todo el territorio nacional. Son muchos otros los que esperan el trámite que les permita concluir en una declaratoria.
Podría pensarse, además, que nuestra labor se ha remitido exclusivamente a la detección antes señalada. Sin embargo, en los casi setenta años de existencia formal de nuestro Instituto, sus académicos e investigadores han publicado más de cincuenta libros sobre el patrimonio arquitectónico nacional, constituyendo éstos la base del conocimiento de nuestra arquitectura.
Sumado a lo anterior debemos indicar que poseemos el Archivo de Arquitectura Chilena (2002), ente que agrupa más de setecientas investigaciones inéditas en el tema, realizadas por profesores y estudiantes a partir de los años cincuenta del siglo XX. Ellas han sido la base de las declaratorias y publicaciones antes indicadas y sin duda, serán la base de las que estén por venir.
Luego de esta revisión somera de nuestro quehacer, esperamos ser oídos frente a la decisión de eliminarnos de este Consejo. Un consejo -que se reconoce en la nueva ley como un órgano técnico- en el que por nuestra valía y tradición en el ámbito disciplinar, no sólo garantizaremos el necesario aporte académico, sino la imparcialidad y autonomía, respecto de la identificación del patrimonio arquitectónico nacional, como ha sido nuestro actuar.
María Paz Valenzuela B.
Directora IHP
Santiago,
agosto de 2019.
[1] Ley N°17.288 de 1970. Título II. Del Consejo de Monumentos Nacionales. Artículo 2°. Letra s: “De un miembro del Instituto de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile”.
[2] Creado en como Instituto de Historia en 1952, actualmente se denomina Instituto de Historia y Patrimonio.
[3] Los arquitectos UCH: Alfredo Benavides R., Aquiles Zentilli, Roberto Dávila C. y Eduardo Secchi, por citar algunos.