En estos días de incertidumbre y donde los sucesos se precipitan sin pausa, nos reunimos el día 5 de noviembre, como lo hemos hecho mensualmente en el Instituto de Historia y Patrimonio, para conversar y tratar de reencontrarnos con lo que era nuestra normalidad. Más que reunión ésta fue una convivencia necesaria como académicos y ciudadanos. Como parte de la conversación evaluamos la pertinencia de desarrollar una declaración. Sin embargo, optamos por una reflexión en la cual presentamos una serie de temas y preguntas, muchas de éstas sin respuestas, pero sobre los cuales podemos conversar y dilucidar algunas contribuciones para el futuro. En este sentido y cuando las condiciones sean las apropiadas, esperamos poder aportar con una declaración que pueda articular nuestro rol como académicos del IHP en los ámbitos tanto de la cultura patrimonial, su espacio arquitectónico y urbanos en el contexto de una sociedad que exige cambios y respuestas a sus demandas en un contexto democrático. Si bien la reflexión es importante, también lo son las acciones comunes y conducentes a fomentar un ambiente de convivialidad, por lo cual hemos también discutido propuestas para acciones comunes.
Entre los temas conversados y sugeridos para reflexión abordamos los siguientes:
Espacio público: democracia e inclusión
En el contexto de las manifestaciones, la destrucción del patrimonio, expresado tanto en edificios patrimoniales como la identidad urbana de los barrios, nos presenta serios desafíos, los que van desde los aspectos económicos para su recuperación hasta los que tienen relación con la visión general de la sociedad sobre el patrimonio. Hoy, lo que no genera sentido de identidad, no parece generar sentido de apropiación y cuidado.
Se hace evidente que aún falta un largo camino para integrar el patrimonio, desde la mirada de lo sustentable y comprender la capacidad del patrimonio en la generación de oportunidades productivas, culturales, comunitarias y ciudadanas. En este sentido se evidencia la necesidad de recuperar el espacio público como espacio esencial de democracia e inclusión que faciliten esas oportunidades.
Nos falta integrarnos y educarnos como sociedad para que el patrimonio se manifieste no sólo como un objeto, sino como facilitador de valiosas oportunidades. Se hace entonces necesario poder articular mejor el patrimonio y su aporte, por ejemplo, en la construcción de la sustentabilidad de nuestras ciudades, los desarrollos locales y su relación intrínseca con la construcción de identidad.
Duelo por la destrucción intencionada de las ciudades
A propósito de las acciones de destrucción y violencia en el espacio público durante los días de las manifestaciones sociales—espacio que se reconoce de todos—, se busca reflexionar sobre lo que representa el patrimonio construido y cómo ha sido afectado. Un punto importante de esta reflexión ha sido la evidente distancia de las personas actuantes en el espacio público respecto al mismo y su significado. En este sentido llama la atención la dicotomía con que muchos (en la calle) responden a la destrucción del patrimonio e infraestructura, donde se enfrenta a quienes consideran que las manifestaciones no deben incluir saqueo y destrucción, con afirmaciones tales como “la infraestructura se puede reconstruir, las vidas no”. Este punto da para un análisis interdisciplinar, ya que estas respuestas apuntan a áreas de la educación cívica, valóricas y también cognitivas. Sería demasiado fácil deducir que respuestas como la anterior se limitan a sectores con menor educación, lo que no es correcto, por lo que surge como una materia abierta que debe ser abordada desde el análisis.
Como consecuencia de la destrucción del espacio público y su patrimonio inherente—sea sus edificaciones, calidad y forma urbana—éste va quedando en una condición aún más precaria y difícil de ser conservado y restaurado, al haber perdido—algunos argumentan—el valor intangible que le daba sentido. Por ende, la dificultad de su conservación no se limita solo al financiamiento que implica su reconstrucción.
Dado el inminente cambio de prioridades en la reconstrucción de las ciudades y la necesidad de cumplir con las demandas sociales, podemos prever que primará la restauración de los servicios esenciales y los recursos a la restauración y conservación del patrimonio, normalmente asignados a través de fondos concursables, hoy serán más limitados. En este sentido, se advierte que, en la visión general de la sociedad sobre el patrimonio, aún falta comprender la capacidad del patrimonio en la creación de actividades productivas, culturales, comunitarias y ciudadanas. Ésta, que en las últimas décadas comenzaba a potenciarse, en barrios tales como Yungay, Brasil, Lastarria y principalmente, en el Puerto de Valparaíso y en incipientes centros urbanos de otras ciudades, ha sufrido un inmenso retroceso, que, desde lo cultural, afecta también la suficiencia de la industria local y el turismo y que evidencia aún más su falta de valorización integral.
La identidad e institucionalidad
Lo ocurrido abre cuestionamientos en relación con la identificación del patrimonio y sus representaciones simbólicas, tales como sus atributos culturales y de poder de las instituciones. El importante debilitamiento de la confianza en estas últimas en todos sus niveles hace que estas representaciones posiblemente se conciban como alejadas de la realidad, de la contingencia, de las preocupaciones reales de las personas y especialmente alejadas de las generaciones más jóvenes. La falta de identidad con lo monumental, con lo histórico, con lo cívico y por ende, la falta de pertenencia, nos obliga a preguntarnos si hoy debemos abordar la construcción de identidad de forma distinta, de ser así, cuál sería esa forma. En tal sentido, cabe preguntarse cuál es nuestro rol y como éste se puede encauzar a través de nuestra labor docente. Paralelamente, si la construcción de la identidad requiere una crítica constructiva a la institucionalidad, como ciudadanos y académicos, cuál sería nuestro rol en la restauración del valor institucional, el que nosotros mismos hemos ayudado a cultivar, como parte de una institución republicana.
Rol de la educación pública: ¿cómo abordar los cambios tecnológicos, generacionales e identitarios?
Es bien sabido que nuestra educación en sus tres niveles, se ha desmejorado durante las últimas décadas y especialmente en lo que respecta a la comprensión de lo que constituye el bien común, lo cívico y la historia, en suma, valores versus contenidos. Hemos observado cómo enfrentan nuestros alumnos, los desafíos que se plantean al inicio de su vida universitaria y posteriormente, tanto en sus logros como en sus dificultades, para enfrentar la educación superior. En esto se advierte que se requiere una preocupación especial y profunda por la educación desde los niveles más básicos de la infancia y en toda la formación escolar y esto debería ser materia del pensar universitario.
Como docentes, nuestra experiencia podría ser transformada en un diagnóstico que permita dilucidar las necesidades de la enseñanza escolar—una colaboración y contribución positiva desde la Universidad de Chile, como Universidad pública—. La educación pública (básica y media) que en un pasado ya lejano implicó una dedicación y compromiso del Estado, y que tuvo su desarrollo en la parte media del siglo XX en Chile, tenía como uno de sus propósitos esenciales garantizar un nivel de calidad y uniformidad de educación escolar para los estudiantes al término de ella, para el acceso a la educación superior—ya sea universitaria o de educación técnica, entendiendo que hoy la sociedad se encuentra en una realidad distinta, en cuanto a formas de relacionarse, avances tecnológicos, del conocimiento, situaciones globales demográficas, ambientales y de comunicación entre otras—. Sin embargo, hoy debe dirigirse el énfasis y esfuerzo de la educación pública a la formación en la niñez y la adolescencia. Sólo así se podrá acceder a la educación superior técnica y universitaria en condiciones más favorables y de igualdad.
Nos parece importante reflexionar sobre el acceso a la información global, lo cual no necesariamente implica formación de conocimiento, pero sí implica nuevas formas de relación con él. Estas nuevas formas y herramientas requerirán una mirada en profundidad para poder comprenderlas e integrarlas a la educación y así relacionarnos mejor con las nuevas generaciones. El poder conectarse a través de un dispositivo, no en persona, en forma instantánea y en cualquier lugar, es un cambio fundamental en la cotidianidad y también es un factor que ha aportado a la desafección por lo que es común y de todos e incluso en las relaciones interpersonales, limitando a un “espacio virtual” el conocimiento y encuentro entre las personas. Cuando no existe reconocimiento, la desafección se instala carcomiendo la identidad, y para re-conocer, hay primero que conocer y generar el afecto que logra lo identitario. El dispositivo de por medio tiene consecuencias en la relación personal entre los individuos y en la forma de hacer comunidad, como también en el re-conocerse.
Acciones y convivencia
Allí aparece en la reunión la propuesta de hacer algo concreto, una acción en lo convergente, más allá de la palabra patrimonio. La convergencia implica también empatía y salir de sí mismo, y pensar en lo que a otros también les preocupa y necesitan. En principio se propone que esa acción contemple la recuperación del espacio público, que a todos interesa y preocupa. Se propone invitar a los alumnos de los profesores del IHP y buscar la participación de los que habitan (residen, estudian y/o trabajan) en torno a ese espacio público dañado. Reconectar a través de algo en común que sea positivo y concreto, la recuperación del espacio público de la ciudad (conexión también con el ámbito disciplinar). Lo anterior no significa una mirada utilitaria en torno a ese espacio público, sino rescatar ‘ese algo’ en común, lo positivo y concreto—la recuperación del espacio público de la ciudad que es también nuestro ámbito disciplinar y que se re-conoce como propio en su articulación con otros. Ponerse al servicio de la comunidad es también un ejercicio de reconexión social entre las personas. La acción contiene significado y podría contribuir a recuperar el camino e identificación con la ciudad, con los habitantes y su realidad y con el espacio común ciudadano. Si no logro conocer, es difícil reconocerme, menos encontrarme con otros y reconocer en los “otros” lo que es común a todos.
Para poner en práctica la acción concreta, se debe articular la búsqueda de esos espacios públicos, teniendo en cuenta la seguridad de los alumnos que se interesen en colaborar y espacios que las personas, los habitantes, necesiten recuperar para su vida cotidiana. Una iniciativa que da lugar a conectarse en situaciones concretas de bien común.
A modo de conclusión y en contraste con lo ya expuesto, en los últimos años hemos podido constatar que existe un creciente interés de la ciudadanía en general por la recuperación y valorización del patrimonio, por conocerlo, lo que se hace evidente en el gran éxito del día del patrimonio. Son estas aparentes contradicciones que nos llevan a reflexionar sobre si los ataques al patrimonio no están dirigidos al objeto en sí, sino al bien común que es atacado como símbolo del sistema de sociedad que hoy se encuentra en crisis.
Marcelo Bravo
Patricio Duarte
Felipe Gallardo
Itxiar Larrañaga
Beatriz Maturana
Marcela Pizzi
María Paz Valenzuela
Integrantes del Instituto de Historia y Patrimonio, Universidad de Chile, enero 2020