Nota elaborada por Beatriz Maturana Cossio, Directora IHP
En mayo, 2020, los profesores Darko Radovic (Keio University, co+re) y Davisi Boontharm (Meiji University, co+re) me invitaron a ser parte de una mesa de discusión en la que hablaríamos de nuestras (entonces recientes) experiencias con la pandemia y las restricciones que ésta imponía en el mundo y en particular, al uso del espacio público. Esto fue poco después de entrar en la cuarentena originada por la pandemia y cuando todo aún parecía un mal sueño, una distopia propia de una película de ciencia ficción y a la cual poco a poco nos fuimos acostumbrando.
Las conversaciones fueron elocuentes y las miradas diversas debida a la experiencia de cada uno, nuestra ubicación geográfica, cultura urbana, número de muertes que se reportaban a diario y niveles de confinamiento, que en esos momentos eran altos para todos. Había mucho en común entre lo que pasaba en Milán, Singapur, Ámsterdam, Ljubljana, Tokio, Quito, Copenhagen, Melbourne, Bangkok, o Santiago de Chile. La pandemia había detenido de alguna forma otros acontecimientos nacionales para enfocarnos todos en ese desafío global. Sin embargo, tanto en Hong Kong, como Quito y Santiago la pandemia había llegado en momentos críticos donde estas ciudades atravesaban por distintos tipos de insurrecciones urbanas. En Santiago y otros centros urbanos nacionales—como resultados de la insurrección, la violencia que se tomó las calles, la destrucción de edificios, monumentos, comercio, transporte y mobiliario público, entre otros—, una especie de cuarentena ya se había impuesto y ponía límites al uso del espacio urbano desde octubre del 2019. En ese contexto interrumpe la pandemia infligiendo otro tipo de miedo y una cuarentena que, de alguna forma trágica, traía algo de calma al centro de Santiago y también a sus periferias.
A partir de estos distintos escenarios se conversó desde una mirada disciplinar. El espacio público que estaba fuera de nuestro alcance acentuaba las exigencias al espacio privado y nos hacía reflexionar sobre la intersección entre lo público y lo privado. Esa intersección inescapable porque en las urbes, el espacio residencial reduce cada lugar a una función definida, y a menudo a más de una función. Lo que podría ser aceptable en situaciones normales, se convierte en un desafío cuando todos los que comparten esa vivienda están permanentemente dentro de ella y a las actividades domésticas se suman las actividades de trabajo, estudio y esparcimiento.
De estas reflexionas era natural deducir que el espacio doméstico se encuentra exigido y que no es el cualquier tipo de espacio público el que puede ayudar a descomprimirlo, sino un espacio público cercano, relativamente introvertido y contenido. Lo que siempre supimos, pero que no habíamos ponderado en toda su magnitud, en esta situación de confinamiento de un día para otro adquirió una importancia significante. Entonces el balcón empezó a ser indispensable, la plazoleta local que puede ser gestionada para ser visitada por grupos y familias en distintos horarios, el pasaje que se puede cerrar para que los niños, tomando las debidas precauciones, puedan jugar y andar en bicicleta. Hasta los zaguanes de los edificios de Milán tomaron una nueva connotación y su uso fue documentado fotográficamente por la Prof. Antonella Bruzzese . Y, cuando nuestros cuerpos están confinados, nuestras miradas nos pueden trasladar más allá de las cuatro paredes, entonces el balcón ya no sólo sirve para secar ropa y darnos un respiro, sino también para alejarnos de lo inmediato—eso si contamos con una vista lejana—.
Las conversaciones nos llevaron a cuestionar también el valor que asignamos a los grandes espacios urbanos, esos que nos motivan a visitarlos, por sus galerías, sus restaurantes, teatros, comercio, servicios y bullicio—todos necesarios para la vida colectiva y la vitalidad urbana. Lugares de consumo, desde un café, al consumo de la cultura, y que en pandemia se convierten en zonas de riesgo, las que son evitadas y que nos obliga a revalorizar lo cercano, lo local, lo familiar y con ello el fiel negocio de la esquina.
Agradezco la oportunidad de haber podido compartir con ex-colegas y con la mayoría a quienes no conocía, entre ellos Arq. Kengo Kuma y Arq. David Sim, director creativo de la oficina Gehl, quienes con generosidad compartieron sus agudas reflexiones, las que provenían tanto desde su experiencia y observaciones directas, como de lo que iban recogiendo de sus improvisadas y creativas investigaciones, y que a pesar de las restricciones del momento comenzaron a tomar forma.
El The Journal of Public Space, es una revista de acceso público (Open Journal Systems), patrocinada por UN Habitat y que tiene su base en Italia.
El artículo original se encuentra en el sitio de la revista https://www.journalpublicspace.org/index.php/jps/article/view/1362 y también en el Repositorio de la Universidad de Chile http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/180529
Cita: Radović, D., D. Boontharm, A. Bruzzese, S. Cairns, A. Fikfak, K. Kuma, B. Maturana, et al. «Urban Questions in the Times of Coronavirus. Responding to the Crisis of Public Space.» The Journal of Public Space 5, no. 3 (2020): 233-248.