Académicos IHP y estudiantes de asignatura «Patrimonio Inmaterial» visitan cuenca del río Cachapoal

Durante el día 30 de noviembre tuvo lugar el tradicional terreno por la parte baja de la cuenca del río Cachapoal, en el marco de la asignatura transversal Patrimonio Inmaterial, actividad a cargo del académico IHP José Marcelo Bravo y que contó con el apoyo docente de las profesoras María Paz Valenzuela e Itxiar Larrañaga, quienes aportaron su conocimiento académico y experiencia en la temática del Valle Central de Chile y la cultura huasa. La visita comenzó en la comuna de Doñihue, con la destilería “Polo Carreño”, en donde las y los estudiantes pudieron conocer de Juan Carlos Carreño el oficio de destilador, el cuidado de una pequeña viña tradicional de parrón y la manera de destilar el agua ardiente por medio de un vetusto alambique, para terminar con la degustación de algunos brebajes campesinos de la zona como chicha de uva, chacolí, aguardiente y vino orgánico.
Posteriormente se visitó la comuna de Pichidegua, en la cual el grupo pudo apreciar el patrimonio hidráulico campesino de las azudas del poblado de Larmahue, que corresponde a unos rústicos ingenios de ruedas de madera que dieron solución al problema de riego a las fértiles tierras por medio de la aplicación de complejas técnicas de regadío como manga, riego por goteo, riego californiano y otros. Estas ruedas de agua permiten elevar agua del río Cachapoal a través de los capachos de madera hasta alcanzar la altura necesaria, en donde se emplaza un receptáculo llamado “artesa” que permite transmitir el recurso hídrico a un determinado sistema de riego. Análogamente, las azudas poseen un fuerte eje entre dos pilares que -movidas por la corriente- dan vueltas, elevando y luego arrojando el agua. Desde ahí el grupo de estudio prosiguió por territorio pichideguano hasta la gran azuda del Fundo San Roberto, que se caracteriza por ser una de las más antigua (1936) y por tener un tamaño de 16 metros de diámetro, con la cual se riega una extensión de 30 hectáreas de viñedos. Su particular diseño no solo tiene en su estructura la madera, sino que cuenta con tensores de metal y con una doble corrida de capachos de metal. A continuación, se visitó el antiguo molino de Santa Amelia, que se emplaza en la localidad homónima. Este molino hidráulico pertenece a una hijuela del Antiguo Fundo Almahue de José Manuel Ortúzar. Tiempo después, la familia Abarca Cornejo la utilizó como bodegas de vino entre 1980 y 2000, momento en que fue adquirida por la Ilustre Municipalidad de Pichidegua, que utiliza este edificio molinar como un escenario cultural en la fiesta de la vendimia de la comuna. Luego, se prosiguió con rumbo hasta la llavería del Fundo el Salto de Almahue, un edificio de adobe y techumbre de rústicas tejas que alberga su tradicional entrada de zaguán, las pesebreras, establos y su señorial silo con una particular forma de torre de castillo.
Finalmente, en la comuna de Peumo, los estudiantes fueron testigos del deterioro y abandono de la estación de trenes de Peumo, la cual es Monumento Nacional desde el año 2014. Este tradicional edificio fue construido en 1892 y se asociaba con el antiguo ramal Pelequén – Las Cabras. Este inmueble es representativo de la arquitectura ferroviaria en la tipología de estaciones. Se caracteriza por la sencillez de un volumen único de dos pisos con un corredor perimetral en tres de sus lados. Su composición es simétrica y de decoración austera, reservada sólo para los elementos de madera (pilares, puertas y ventanas). Su estructura es de albañilería de ladrillo de arcilla (muros perimetrales) y los pilares, estructura de techumbre, corredor y entrepiso de madera de pino oregón, la cual es coronada por un techo de planchas de zinc onduladas.

Fotos Marcelo Bravo